Juchitán Oaxaca recibe apoyo de las mujeres WIZO de la comunidad judía

1024 768 Federación Femenina de la Comunidad Judía de México
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Entrega WIZO del acopio a los damnificados del sismo, en Juchitán Oaxaca.

Diana Kuba

El viernes 24 de noviembre la presidenta de WIZO México, Alegre Smeke, la vicepresidenta Esther Lobatón en compañía del pastor evangélico Felipe García y de Diana Kuba viajaron a Ixtepec, Oaxaca, con objeto de entregar el último acopio de despensas y ropa a las comunidades damnificadas de Juchitán, después del sismo del 19 de septiembre del año en curso .
Todo este viaje fue posible gracias a las múltiples personas que tuvieron confianza en nuestra institución y acudieron con sus familiares y manos abiertas a ofrecer su ayuda material y física para ordenar los alimentos, ropa femenina, artículos de primera necesidad, de primeros auxilios y de bebé a fin de que los más afectados por el temblor contaran con la ayuda de la comunidad mexicana judía a través de WIZO.

El acopio que se realizó en nuestra Casa WIZO llegó a dos lugares en los momentos de emergencia en septiembre, tales como: Totoloapan y Javier Marqués en el Estado de Morelos.

Sin embargo, dos meses después de la euforia del sismo, WIZO contaba todavía con un cargamento de material que requería ser entregado a los más vulnerables de este desastre natural. Con objeto de cumplir con nuestros donantes y de hacer llegar la mercancía a los más necesitados, acudimos al pastor evangélico Felipe García, quien organizó esta entrega para dos comunidades afectadas en Juchitán y sus alrededores. Para él y sus seguidores, nuestro más profundo agradecimiento por llevar a cabo la logística a fin de cumplir con esta última ayuda. Su apoyo al Estado de Israel y a la comunidad judía de México -en este caso a WIZO- fue invaluable.

Fue una jornada emocionante. Desde la salida en la madrugada del viernes hasta el regreso casi a media noche. El cargamento ya había salido dos días antes, para viajar por la sinuosa carretera hasta Juchitán y estar listo para cuando nosotros llegásemos a entregarlo mano a mano a las comunidades.
Al arribar al aeropuerto una comitiva de Juchitán identificada con Israel y el pueblo judío -gracias a la labor del pastor- nos dio la bienvenida con música de banda, bombo y platillo. Mujeres vestidas de tehuanas y hombres en guayabera frente a una bandera de Israel les entregaron a la presidenta y vicepresidenta de WIZO unas flores, huipiles bordados y jícaras pintadas con motivos florales. Fue un momento intimidante, puesto que nuestro objetivo no era recibir este tipo de bienvenida, sino dar lo que lo que la comunidad donó a los damnificados.
Durante el desayuno con los pastores Juan Martínez Pineda, Rosalid Henríquez y Vicente Sánchez -quienes ya han visitado a Tierra Santa- y el encargado de Protección Civil, José Antonio Marín López, nos comentaron del sufrimiento y estragos que causaron los temblores del 7 y 23 de septiembre y sus más de 10 000 réplicas hasta hoy en día. Obviamente, ahora, el reto de los juchitecos es reconstruir los daños de la región, para lo que se necesita la ayuda de las instancias gubernamentales, federales y estatales, además de la sociedad civil.

Asimismo, nosotras les explicamos que representamos a la comunidad judía de México y por lo tanto, nos identificamos con el Estado de Israel con el que tenemos un vínculo espiritual, a través de WIZO (Asociación Internacional de Mujeres Sionistas). Que el objetivo de la organización es mejorar las condiciones de los sectores vulnerables, principalmente de las mujeres y de los niños en el mundo; como vivimos en México, los orientamos a nuestro país. Además, les recalcamos que también ayudamos en diferentes formas durante los desastres nacionales.

Nos comentaron que la afectación principal fue la comercial, ya que la mayor parte de la gente vive de este sector económico. Juchitán ha fungido históricamente como el centro comercial de la región, de donde la gente se abastece de diferentes productos y donde los artesanos traen su producción para vender y sobrevivir económicamente; así como, la gente de los alrededores consume los productos que llegan de diversas partes a la ciudad de cien mil habitantes. Lamentablemente esta actividad se estancó, pero pese a las dificultades y a la pérdida de empleos, paulatinamente, se están normalizando las actividades económicas.

Entre las zonas más afectadas de la ciudad, fueron las número 8 y 5. Andar por ella, significó caminar entre escombros, casas derruidas, montículos de varilla y cascajo. En pocas palabras una zona de desastre. Varios comercios del Centro de la ciudad se cayeron, el mercado municipal fue desalojado y el Palacio Municipal quedó semidestruido. Ante la destrucción, la gente, en el mejor de los casos, está viviendo en casas de campaña en los terrenos baldíos donde alguna vez existió su casa, ya que los albergues ya se están levantando. En el peor de los casos, solo se ve una lona como techo y hamacas colgadas a los postes, frente a un espacio público. No obstante, cabe enfatizar, que la ciudad está limpia.

Posteriormente, llegamos al sector siete para cumplir con la entrega del acopio. Allí descargamos y dividimos las despensas, las cajas de bebés, la ropa de Baby Crazy, la ropa de dama, los kits de primeros auxilios, de pañales y Gerber (donados por gente altruista y sensible de la comunidad) para organizar la entrega. Cientos de personas se formaron en una fila y a una por una les fuimos dando paquetes según necesidades. Debido a que teníamos más cajas de bebés y de ropa de dama nos dirigimos al pueblo de Santa María Xadani que también quedó muy dañado y se caracteriza por un alto índice de natalidad en mujeres jóvenes ya que en esta comunidad, aún persiste la práctica de vender a las hijas al mejor postor masculino. Ahí nos abocamos a entregar el remanente del acopio.

Pese a lo extenuante de la labor, la satisfacción fue mayor al lograr nuestra misión. Definitivamente es mejor dar que recibir. Fue una jornada llena de sentimientos encontrados: ver el daño de la ciudad, la tristeza y esperanza simultáneas de su gente, la impotencia de no poder resolver de fondo los efectos de los sismos, y a la vez, sensibilizarse, contribuir con una cabeza de alfiler y poder dar parte de uno mismo por el prójimo.

Sin embargo, la vida continúa y no nos queda más que agradecer a todas nuestras voluntarias y a las personas que confiaron en nuestra institución por su ayuda, donativos y apoyo. Por nuestra parte solo nos queda decir: MISIÓN CUMPLIDA. Nos sentimos plenas por ser las emisarias de la comunidad judía en su ayuda a nuestro país.

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