El territorio israelí mide de norte a sur 600 kilómetros, y en este espacio cabe de todo: Haifa industrial, Tzfat cabalística, Jerusalem religiosa, Tel Aviv cosmopolita, Eilat aventurera.
Crece en ciencia, en diversidad y también crece hacia el subsuelo, cada vez más piedras y objetos revelan otro poco más de la historia milenaria que se guarda en este recinto.
Es una delicia transitar por las carreteras y perderse en montañas colmadas de follaje, tan impactantes que parecen de fantasía.
Caminar por las calles y escuchar hebreo por aquí, árabe por allá, inglés y francés más allá.
Ver a los soldados y contener las ganas de abrazarlos y besarlos, a estos héroes, algunos jóvenes y otros maduros, limitándonos a bendecirlos e implorar que siempre regresen con bien a casa.
Nadar en el cálido Mar Mediterráneo sin prisa, sin pensar en anda más, tan sólo saboreando el momento.
En fin, en fascinante como una porción de tierra apenas perceptible a distancia satelital pueda ser tan heterogénea, diciendo con buena anfitriona que para todo el que quiera hay un lugar.
Me siento demasiado afortunada de que este grandioso país me pertenezca, me siento en deuda por todo lo que es y seguirá siendo. Pido desde lo más profundo de mi ser que siempre tenga la oportunidad de poner mi diminuto grano de arena para seguir haciendo realidad este sueño, este milagro.
Ruth Atri
Dejar una Respuesta